26 octubre, 2011

32 años... cuatro meses después

Angel, de cariño...

Nunca me dejaste morir solo. Jamás.

Recuerdas ese trabajo en Reforma? Que me traían en mega chinga en ese bendito -y afortunado- trabajo, y tu siempre me andabas correteando para que me diera tan solo 10 minutos y comerme algo de lo que gustosa me habías comprado?

Por ti aprendí a trabajar. A ganarme mi lana, como debe ser. A no depender de los demás. Siempre me inculcaste que debía ser responsable, trabajador, cumplido, y todos los adjetivos que siempre me gritabas.

Gracias a ti estoy aquí.

Aun con todo y que nunca -jamas- te metiste en mi vida, siempre estuviste al pendiente de ella. Siempre me brindabas una sonrisa, un abrazo, una caricia, tu mano para tomarla y apretarla como sinónimo de lealtad, y de cariño. De amor.

Nunca te importo lo que dijeran de mi. Jamas hiciste caso a comentarios o rumores. Bastaba con tu "oye Iva necesito hablar contigo" para que te dijera si estaban en lo correcto o no.

Me viste llorar -infinidad de veces-, y también me viste reír. Me viste tomado, brindando con ustedes en alguna navidad. Estuvimos mas que juntos los últimos años al lado de mi padre, y me diste una gran enseñanza de lo que era el verdadero amor de pareja. Único.

Tu llamada al tranquilizarme sobre la muerte de mi padre me inspiro confianza, serenidad. Nunca lo supiste, pero cuando llegaste a la casa ese abrazo que me diste me dio la fuerza suficiente para afrontar todo lo que se nos vendría a cuestas.

Hoy recuerdo cada uno de tus detalles, de tus enseñanzas, y de tus simplezas -como olvidar los chistes mas payasos que nada y que solo tu te reías al ver mi cara de amargura-. No puedo decirte mas, salvo que gracias por todo eso.

Y, que al final no hay vuelta. Solo tengo que llevármela tranquila. Disfrutar lo que tengo, lo que soy.

Y nada mas.

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